Resident Evil 8 Village Análisis en PS5

  • hace 3 años
Village of Shadows (la aldea de las sombras) es el título de un cuento tradicional que Mia Winters leía a su hija Rose antes de acostarla. También es una descripción perfecta de la ambientación de Resident Evil 8 Village. La acción se traslada a Rumanía, a un pequeño pueblo al pie del castilo Dimitrescu, en los Cárpatos. Es un entorno rural y frío que se baña en las creencias más oscuras del folclore local. En efecto, como sabéis, en este caso los zombies dejan paso a licántropos, brujas y vampiros. 
Sobre el papel, puede que estas criaturas se alejen de las armas biológicas creadas por Umbrella, pero os garantizamos que son igualmente aterradoras, y que su presencia está fundada. El pueblo en sí es mucho más que un escenario. Todos los niveles del juego están reunidos en un mismo mapa, y la aldea se convierte en el corazón de este mundo sombrío, como un protagonista más que nos observa.
Con esto queremos decir que Resident Evil 8 Village no es un sandbox, pero tiene elementos de exploración libre, y a medida que avanzamos, el escenario evoluciona con nosotros. Hay zonas que se desbloquean, la iluminación cambia según se acerca el alba y obtenemos herramientas que nos permiten entrar en casas que antes eran inaccesibles. Podéis pensar en la aldea como en los hub que se introdujeron en los últimos Tomb Raider, pero mucho más grande y lleno de secretos.
Este diseño tiene muchas implicaciones. En primer lugar que la exploración cobra más fuerza (nosotros hemos disfrutado esta entrega más que ninguna otra) se introduce backtracking y zonas secretas, con enemigos y tesoros opcionales. También permite que vayan apareciendo nuevos monstruos, y que nos encontremos con algunos supervivientes. Estos aldeanos, asustados y supersticiosos, contribuyen al world building, y aportan una narrativa más profunda, que no se limite a las secuencias protagonizadas por Ethan Winters y a los documentos que recogemos.