Alfonso Rojo: “La taberna del tabernario Pablo Iglesias y el negocio de la sauna y el puticlub”
  • el mes pasado
Lo más atinado que circula sobre la taberna que ha montado el tabernario Pablo Iglesias es obra de Eduardo Inda.

Advierte Inda al personal: “Si eres mujer y vas al bar de Iglesias, ten cuidado y recuerda lo que hacía con sus becarias”.

A lo mejor se les ha olvidado, pero cuando Podemos todavía amenazaba con asaltar los cielos, una exalumna de Monedero llamada Fernanda Freire reveló en twitter que coincidió con el veterano -muy aficionado por cierto a toquetear a las chicas- y con Iglesias en un garito universitario, teniendo ella 18 años, y el cónyuge de Irene, aspirante a azotador de Mariló, le susurró al oído  que se iba al baño a ‘refrescarse’ y que la esperaba dentro.

No creo que el dueño del casoplón de Galapagar, ahora metido a empresario hostelero según su mujer y con los 45 años ya cumplidos, vuelva a las andadas machistas.

No porque haya cambiado, porque el tipo es incorregible, sino porque no le veo detrás de la barra fajándose con los vasos o limpiando boquerones en la cocina.

Lo suyo esta ahora mucho más en el pelotazo, la comisión y la captación de subvenciones oficiales, tirando de la chepuda agenda de contactos elaborada cuando era vicepresidente de Sánchez.

En cualquier caso, ha comenzado con el bar como con casi todo: haciendo trampas.

Incluyendo la falta de genero y fusilar las fotos de los platos de la carta de restaurantes ajenos.

No ha puesto rampa para discapacitados, quizá para evitar que se le presente Echenique, pimple por el morro y se ponga a cantar desaforadamente, como solía, eso de ‘¡chúpame la minga, Dominga!’.

Creo que la víspera de la inauguración, unos graciosos le pintarrajearon la fachada, escribiendo ‘exbicepresidente’ con B de burro y exigiéndole la retirada inmediata del cóctel.

Este martes ya habían borrado el mensaje exterior, pero seguían los interiores que son de coña.

Igual que los nombres de los platos y bebidas, todos muy viejunos, muy rancios, muy de progre con panza e incontinencia urinaria.

Hay un cartel, herencia de la época en que el antro fue peluquería, donde dice que se corta el pelo a señoritas.

Otro en el que aparece Pepa Flores, de soltera ‘Marisol’, sentenciando que por el comunismo ‘es por lo único que vale la pena luchar y morir’.

Y en la oferta de comidas una vegana e ignominiosa, bajo el epígrafe ‘No me llame Ternera', en referencia a la entrevista-masaje que hizo Évole al asesino etarra.

Todo mas falso que un euro de madera.

Hubo un tiempo, ya muy lejano, en que los revolucionarios maldecían las tabernas, porque fomentaban la borrachera y el maltrato a la familia.

Otro, cuando todavía se elogiaba en España la Transición, en el que la gente que se declaraba de izquierdas, montaba librerías.

Ahora, sincronizados con la conversión de PSOE en socio de proetarras y golpistas y la consagración como ‘progresistas’ de los violadores de Hamas, los torturadores chavistas, la derechona xenófoba de Junts y los peseteros del PNV, abren tabernas.
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