Alfonso Rojo: “El cadáver de Queipo de Llano, las medallas de Franco y la cobardía de Sánchez y compinches”
  • el año pasado
Seguro que ya saben que el Gobierno Sánchez ha desenterrado los restos del general Queipo de Llano, que desde hace más de medio siglo reposaban bajo el suelo de una capilla en la basílica de La Macarena.
Presumo que se habrán enterado porque, a pesar de la indiferencia con que los sevillanos han seguido la pantomima, TVE ha dedicado al chusco asunto un tercio de sus telediarios.
No se si es pertinente, pero Queipo de Llano, militar destacado en la Guerra Civil del 36, falleció antes de que yo naciera y tengo ya más de 70 años.
Nadie sabe todavía dónde volverá la familia del general a dar sepultura a sus cenizas, pero todo indica Sánchez y esa banda, que llama ‘hombre de paz’ al etarra Otegi, está a partir un piñón con el asesino Txapote y rinde homenaje a espantajos guerracivilistas como Companys, Carrillo o Largo Caballero, se apresta a seguir desenterrando cadáveres y que los próximos serán los de Primo de Rivera, Moscardó y Milans del Bosch.
Todo, en un patético esfuerzo por intentar ganar -más de 80 años después- una guerra provocada en gran medida por el PSOE, que perdieron de forma estrepitosa y que los dejó turulatos.
Estos del PSOE y sus compinches, que no hicieron la mínima oposición a Franco durante los 40 años que mandó en España, le han retirado ahora la Medalla al Mérito en el Trabajo y anuncian que le quitarán también la Laureada.
Como reza un viejo refrán español, a propósito de los cobardones que se muestran muy valientes cuando ya no hay riesgo en ello, ‘a moro muerto, gran lanzada’.
RTVE, LaSexta, Cadena SER, El País y los tertulianos de la Brunete Pedrete, que de excarcelaciones de etarras, cifras reales de paro, ruina de las familias y gastos faraónicos e ineptitudes del Gobierno no opinan, aplauden con fruición estas bufonadas, pero es natural.
Nunca debe subestimarse la capacidad del periodista y el político para hacer el palurdo, sumándose a las patochadas que impulsa el jefe. Y la mal llamada Ley de Memoria Democrática es un claro ejemplo.
Uno de los ‘méritos’ del Gobierno socialcomunista, en su afán de imponer por decreto la mentira sobre nuestra Historia, será el de conseguir que los que nunca fuimos franquistas, ni hemos perdido un minuto maquinando para alterar el relato de lo que pasó hace casi un siglo, nos transformemos en defensores de una verdad que ahora, por ley, se convierte en exaltación del franquismo.
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