Tiempos recios: Arbenz Marxista o Liberal

  • hace 4 años
Una recia polémica desata en Guatemala, desde hace varias semanas, la novela histórica Tiempos Recios, del laureado escritor Mario Vargas Llosa. Tan grande ha sido la agitación, que el debate en corrillos públicos guatemaltecos ha llegado a poner en duda la historia oficial sobre la ideología política del presidente Jacobo Arbenz Guzmán, presidente de 1951 a 1954.

La historia moderna relata que Arbenz cayó por su vinculación con el comunismo. Sin embargo, Vargas Llosa coincide con otros autores como Stephen Kinzer y su Fruta Amarga, en que las razones reales del derrocamiento armado está en las reformas que Arbenz pretendía poner en marcha luego del primer gobierno de la revolución, de Juan José Arévalo, reformas que afectaban los intereses de la United Fruit Company, empresa norteamericana en la que tenían cercanos intereses el secretario de Estado y el jefe de la CIA de aquella época, los hermanos John y Allan Dulles, su subsecretario de Estado para Latinoamérica John Moors que había sido presidente de la frutera y Ed Witman lobista de la empresa que era el esposo de la secretaria del Presidente Eisenhower.

Una reforma agraria vista desde la óptica mágica del laureado Vargas Llosa ha elevado el tono de la discusión sobre uno de los parteaguas históricos de la Guatemala del siglo XX. Le ha valido al autor ser criticado acremente por la derecha tradicional del país, cuya justificación durante mucho tiempo fue la lucha contra el comunismo y, concretamente, contra todo aquello que atentara contra los privilegios y la existencia de una propiedad privada a ultranza, muchas veces, sin respaldo ni justificación de origen.

Debo confesar que yo mismo fui en mis inicios como ensayista, hace ya cuarenta años, un anticomunista visceral, posición que con el tiempo se fue moderando hasta modelar al demócrata liberal promotor del dialogo que soy hoy día, aunque siempre firme contra el totalitarismo comunista.

No me cabe la menor duda que si alguien es auténtico, genuino y totalmente honesto y coherente con los valores y principios liberales, es Vargas Llosa. Su altura intelectual le ha convertido en uno de los iconos de la lengua española universal y a lo largo de los años, ha sido admirado por hombres y mujeres de todas las corrientes ideológicas.

Pero más que admiración, al autor peruano lo rodea ahora un torbellino donde se cuestionan detalles históricos valiosos pero que no son suficientes para descalificar y rechazar la revisión novelada de un pasaje de la historia guatemalteca. No es un tratado de historia como tal y si omiten algunas piezas que para unos son clave y para otros no, el juicio crítico sobre la obra y sus conclusiones debe ser justo: no es un tratado de historia, sino una revisión e interpretación de algunos hechos para dar pie a una novela.

La critica y el enfrentamiento que ha surgido a partir de esta novela, magistralmente escrita como suele ser la obra de Vargas Llosa, es porque la polarización de la sociedad y el enfrentamiento

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