Soy adicto a los videojuegos y no puedo controlarme

  • hace 5 años
Él es Simón y, como muchos otros, juega videojuegos desde que era pequeño. Solo que, en su caso, se convirtió en una adicción que hizo su vida más difícil.

Antes de llegar a los 15, jugaba mucho a los videojuegos, pero no tanto como para que arruinara sus calificaciones o afectara otros aspectos de su vida. Luego, sus amigos le mostraron un juego online competitivo. Jugaban juntos, hablaban a través de micrófonos y se divertían mucho mientras trabajaban como equipo.

Simón pasaba todo su tiempo libre jugando, muchas veces hasta la mañana. Por supuesto, en la escuela siempre estaba exhausto. Y cuando no lo estaba, no podía dejar de pensar en el juego. Miraba videos sobre él, leía noticias y exploraba nuevas estrategias. Apenas regresaba a casa, volvía a jugar.

En general se convencía de que jugaría un poco y luego haría la tarea y los demás deberes, pero luego quería dedicarle una hora más, luego dos, tres, cinco, y de pronto ya era de día.
A esa altura, sus calificaciones empeoraron seriamente. Sus amigos se habían olvidado de él por estar obsesionado con el juego. Pero a Simón no le importaba, se estaba volviendo mejor, lo demás no lo preocupaba.

Las cosas empeoraron: comenzó a gastar dinero en el juego. Ahorraba el dinero del almuerzo y la mesada que le daban sus padres y con eso compraba cosas. Eran elementos puramente estéticos, no le daban ningún tipo de ventaja.

Al principio sus padres no lo notaron porque trabajaban mucho y no tenían tanto tiempo libre. Eso también le permitía faltar a la escuela de vez en cuando. Y así continuó durante al menos medio año. Se las arreglaba para estudiar lo necesario para no reprobar, pero eso era todo.

Simón se había vuelto muy nervioso, molesto y grosero al mismo tiempo. Discutía con otros jugadores y los insultaba. Lo gracioso era que él había visto gente así cuando comenzó a jugar, y siempre se reía. Pensaba que nunca se cruzaría al “lado oscuro” como ellos.

Lo mismo le ocurría en la vida real: pasaba las clases deseando regresar a jugar, y se molestaba mucho cuando alguien intentaba hablarle de sus estúpidos problemas, o al menos le parecían estúpidos en ese entonces.

Cuando sus notas empeoraron aún más y comenzó a reprobar, sus padres por fin notaron lo que ocurría y le quitaron la computadora. Simón intentó explicarles que valía la pena y que podía ganar millones como jugador profesional, pero no lo escucharon.
Así que hizo la única cosa “razonable” que se le ocurrió: ¡comenzó a jugar a una versión barata para teléfono! Pero pronto también se lo quitaron. Se molestó más que la primera vez y se rehusaba a hablar con ellos. Pero, con el tiempo, se dio cuenta de la situación en que se había metido…

Antes de que su adicción comenzara, Simón era un buen estudiante. No genial, pero bueno. Ahora estaba reprobando casi todas las clases. ¡Sí, hasta deportes! Los maestros les explicaron a él y a sus padres que Simón

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