De la fortaleza medieval del castillo de la ciudad, a la fortaleza policial del presente por la final de la Liga de Campeones. Es Cardiff, blindada como nunca antes se había visto. Tanto por aire, con helicópteros y, por primera vez en esta competición, con el estadio cubierto para evitar posibles ataques con drones, como a pie de calle, con un millar de policías armados, algo poco habitual en las islas, entre los seis mil agentes llegados de todo el Reino Unido. Las carreteras de acceso al centro están cortadas y hay medio centenar de bloques de hormigón en las calles para impedir atentados con vehículos. Una vigilancia extrema que también existe en el subsuelo, con alcantarillas selladas, y con controles en el río y la bahía. Un reto de seguridad y logística para la capital de Gales, con 200.000 visitantes por unas horas, la mitad de su población habitual, y que cuenta  para la final con más 9.000 miembros de protección civil, bomberos y personal médico listos para actuar ante cualquier emergencia. Para llegar al estadio hay tres anillos de controles en un radio de dos kilómetros en el que sólo se permite el paso a residentes con documentación y a aficionados con entrada a los que se les prohibe el acceso con bolsas o mochilas. Todo listo para que el único protagonista sea el balón.