Ariel Castro en el alegato final: "No soy un monstruo. Estoy enfermo"
  • hace 5 años
Con cara inexpresiva, Ariel Castro se ha sentado ante el juez esposado de manos y pies. Igual de fría ha sido su primera frase. "Me gustaría pedir perdón a las víctimas", ha dicho. No dejaba de mirar de reojo hacia atrás: a Michelle Knight, la única de sus tres víctimas presente en una sala en la que se ha revivido aquella pesadilla. Una maqueta ha explicado cómo era vivir en aquella casa de los horrores, con agujeros en las paredes para que las cadenas de las tres chicas siempre las retuvieran. También se ha mostrado la pistola con la que las obligaba a jugar a la ruleta rusa o la carta en la que se reconoce como un "depredador sexual". Imágenes y recuerdos muy duros aunque fíjense en la sonrisa de su cara cuando ha tocado hacer una pausa. Antes del turno de Michelle. Que primero se ha abrazado con fuerza a las madres de sus dos compañeras de cautiverio. Después, y pese a las lágrimas, no le ha temblado la voz. "Yo he sufrido once años de infierno. Ahora empieza el tuyo...La pena de muerte sería demasiado fácil. Mereces pasar la vida en la cárcel", ha señalado Michelle Knight. Pero ella no ha tenido la última palabra. Su verdugo ha vuelto a hablar: "No soy un monstruo. Estoy enfermo". Y ha intentado justificar lo que hizo en los abusos de su infancia o su adicción a la pornografía. Una declaración con la que pretendía, según su familia, mostrar su otro yo, más humano. De poco le ha servido. El juez ya tenía redactada su condena cadena perpetua.
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