Caminan sin rumbo fijo. Como deambulando. Las calles han sido borradas del mapa en Tacloban, una de las zonas más afectadas por el super tifón. A los miles de superviventes sólo les queda rebuscar entre los deshechos algo que echarse a la boca. Como dice esta mujer, estamos indefensos, desamparados, como un recién nacido. Imposible que a uno no se le haga un nudo en la garganta al escuchar estos testimonios. La cólera de la naturaleza sufrida en Filipinas recuerda al tsunami de Indonesia. Otra vez ciudades enteras reducidas a estercoleros donde la gente lucha por sobrevivir porque la ayuda aún no ha llegado. "Sólo necesito una camiseta, no pido nada más", dice esta mujer con el rostro desencajado. Los filipinos son un pueblo acostumbrado a la furia de los tifones, pero éste les ha dejado sumidos en la mayor de las penurias. Sin embargo, siempre han mostrado una fortaleza extraordinaria. Como la de este jóven que dobla con mimo una bandera nacional que ha encontrado entre los escombros. "Se la daré a las autoridades, dice, como símbolo de que podremos resurgir".