Historia: El control del hielo

  • hace 7 años
El hielo, que hoy nos parece algo de lo más natural en casa, ha sido uno de los elementos más codiciados por el ser humano desde épocas remotas. Los romanos ya iban a buscarlo a las montañas nevadas y lo transportaban en grandes bloques ayudados por mulas de carga. Lo protegían con sacos de arpillera y pieles de animales para conservarlo.
Este elemento era tan poco duradero como la nieve y hacía falta un gran número de personas para recopilarlo. Por no hablar de las construcciones especiales que eran necesarias para conservarlo. Eso lo convirtió en un elemento solo hecho para las clases altas. Pero el verdadero origen de la actividad de los llamados neveros y de la costumbre de beber en frío, se remontan a los egipcios, donde se han encontrado los depósitos más antiguos que datan del siglo XXIX al XXI a.C. También en Mesopotamia y en Grecia, hay datos de las llamadas ‘casas de hielo’ sobre el 400 a.C. Fue precisamente en el país heleno donde se datan los primeros usos médicos del hielo de la mano de Hipócratres o posteriormente Galeno.
Nevero de Soto en Cameros (La Rioja - España)
Esos usos terapéuticos pasaron a Roma en el siglo I a.C, aunque su uso ya se había extendido también a las bebidas y a la conservación de alimentos. De hecho, el emperador Nerón ya usaba esa nieve para enfriarse sus zumos de frutas y los vinos. Más tarde, en el continente asiático, a lo largo de los viajes de Marco Polo (1254-1324) se recogen varias recetas de postres helados que se preparaban en China desde tiempos lejanos. Esa idea fue trasladada a Europa donde empezó a ser habitual la aparición de los helados para las clases altas. Ya en el Renacimiento el uso estaba extendido y organizado. Se aprovechaban las nevadas para acumular hielo en almacenes especiales, pozos y habitáculos subterráneos hechos con piedra o ladrillo cerámico macizo. Se orientaba al norte y solían estar en pequeñas cuencas formadas por las laderas de los montes. Las cavidades se rellenaban de nieve, se pisaban y apelmazaban para que estuviera bien compacta. Se separaban con elementos vegetales como paja, ramas o caña. En la parte de abajo de estos almacenes, había canales para eliminar el agua de deshielo. Fue a partir de ahí, sobre el siglo XVI, cuando se hicieron normas legales para regular un comercio emergente y rentable con enorme impacto económico. No había ningún mes sin hielo, de hecho se intensificaba la venta en verano. Así se popularizaron las bebidas frías. De esta forma, se llegó al siglo XIX con un fuerte aumento del consumo de helados y horchatas.

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