5 de abril | Mi vida Hoy | Elena G. de White | Gracia de Dios para mí
- hace 8 años
5 de abril | Mi vida Hoy | Elena G. de White | Gracia de Dios para mí
Empero por la gracia de Dios soy lo que soy: y su gracia no ha sido en vario para conmigo; antes he trabajado más que todos ellos: pero no yo, sino la gracia de Dios que fue conmigo. (1 Cor. 15:10)
Hay quienes intentan ascender la escalera del progreso cristiano pero a medida que avanzan, comienzan a poner su confianza en el poder del hombre, y pronto pierden de vista a Jesús, el autor y consumados de su fe. El resultado es el fracaso, la pérdida de todo lo que ha sido ganado. Ciertamente es triste la condición de los que habiéndose cansado en el camino, permiten al enemigo de las almas robarles las virtudes cristianas que habían desarrollado en sus corazones y en sus vidas. (HAp:532-533)
El amor de Dios, al estar en el alma, tendrá influencia directa sobre la vida y pondrá el intelecto y los afectos en sano y activo ejercicio. El hijo de Dios no quedará satisfecho hasta que se haya cubierto con la justicia de Cristo y se sienta sostenido por su poder vivificador. Cuando vea una debilidad en su carácter, no bastará con que la confiese vez tras vez; debe empeñarse con decisión y energía en vencer sus defectos, estimulando las características opuesta. No debe rehuir esta obra por el hecho de que es difícil. Al cristiano se le exige energía incansable; sin embargo, no está obligado a luchar con sus propias fuerzas; el poder divino aguarda que él lo pida. Cualquiera que esté luchando sinceramente por vencerse a sí mismo, liará suya la promesa: "Bástate mí gracia."
Merced al esfuerzo personal unido a la oración de fe, el alma se va instruyendo. Día tras día el carácter se va desarrollando a la semejanza de Cristo… Es posible que se necesite ardua lucha para vencer algunos hábitos que se han cultivado durante mucho tiempo; pero podremos triunfar mediante la gracia de Cristo...
Si somos fieles a las indicaciones del Espíritu de Dios, iremos de gracia en gracia y de gloria en gloria hasta recibir el toque definitivo de la inmortalidad. (RH, 10-06-1884) (103)
DEVOCIONAL MI VIDA HOY
Reflexiones para cada día
Elena G. de White
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Empero por la gracia de Dios soy lo que soy: y su gracia no ha sido en vario para conmigo; antes he trabajado más que todos ellos: pero no yo, sino la gracia de Dios que fue conmigo. (1 Cor. 15:10)
Hay quienes intentan ascender la escalera del progreso cristiano pero a medida que avanzan, comienzan a poner su confianza en el poder del hombre, y pronto pierden de vista a Jesús, el autor y consumados de su fe. El resultado es el fracaso, la pérdida de todo lo que ha sido ganado. Ciertamente es triste la condición de los que habiéndose cansado en el camino, permiten al enemigo de las almas robarles las virtudes cristianas que habían desarrollado en sus corazones y en sus vidas. (HAp:532-533)
El amor de Dios, al estar en el alma, tendrá influencia directa sobre la vida y pondrá el intelecto y los afectos en sano y activo ejercicio. El hijo de Dios no quedará satisfecho hasta que se haya cubierto con la justicia de Cristo y se sienta sostenido por su poder vivificador. Cuando vea una debilidad en su carácter, no bastará con que la confiese vez tras vez; debe empeñarse con decisión y energía en vencer sus defectos, estimulando las características opuesta. No debe rehuir esta obra por el hecho de que es difícil. Al cristiano se le exige energía incansable; sin embargo, no está obligado a luchar con sus propias fuerzas; el poder divino aguarda que él lo pida. Cualquiera que esté luchando sinceramente por vencerse a sí mismo, liará suya la promesa: "Bástate mí gracia."
Merced al esfuerzo personal unido a la oración de fe, el alma se va instruyendo. Día tras día el carácter se va desarrollando a la semejanza de Cristo… Es posible que se necesite ardua lucha para vencer algunos hábitos que se han cultivado durante mucho tiempo; pero podremos triunfar mediante la gracia de Cristo...
Si somos fieles a las indicaciones del Espíritu de Dios, iremos de gracia en gracia y de gloria en gloria hasta recibir el toque definitivo de la inmortalidad. (RH, 10-06-1884) (103)
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